El Bebé Mágico y la Bruja Vanilla

Fantasy 7 to 13 years old 2000 to 5000 words Spanish

Story Content

En un bosque espeso y antiguo, donde los árboles susurraban secretos al viento, vivía una bruja llamada Vanilla. Vanilla era muy anciana, su rostro estaba lleno de arrugas como un mapa de miles de años, y sus huesos crujían con cada paso. Pero Vanilla tenía un secreto: ¡anhelaba ser joven de nuevo!
En su cabaña, llena de estanterías repletas de frascos y libros de conjuros, Vanilla preparaba una poción de juventud. Revolvía el caldero con una cuchara de madera, revisando cuidadosamente su libro de recetas.
"A ver, a ver..." murmuró Vanilla, con la voz ronca. "Escamas de dragón, ya está. Lágrimas de sirena, también. ¡Oh, no! ¡Me falta un ingrediente esencial!"
La bruja consultó la receta de nuevo. Los ingredientes necesarios para la poción eran sal, 3 arañas, moco pegajoso, vainilla, y por último el corazón de un pollo. La sal servía para purificar la magia y asegurar que solo trajera bien. Las 3 arañas tejían un hilo de destino, uniendo la juventud perdida con el presente. El moco pegajoso facilitaba la mezcla de los ingredientes, además de darle viscosidad al brebaje para que dure más la juventud, la vainilla servía para que no supiera horroroso y también para perfumar la poción con un aroma dulce y tentador que ocultara los olores extraños. Y el corazón de pollo servía para dar energía y vitalidad a la poción, un pequeño latido que avivaría el rejuvenecimiento.
Vanilla ya había conseguido casi todo. Tenía las escamas de dragón, las lágrimas de sirena, el dulce aroma de vainilla, e incluso el moco pegajoso, recolectado de un caracol gigante. Pero el corazón de pollo... ¡se le había olvidado por completo! Sin el corazón de pollo, la poción sería demasiado potente. En lugar de rejuvenecerla hasta sus deseados veinte años, la transformaría en un bebé diminuto.
"¡Ay, no!" exclamó Vanilla, llevándose las manos a la cabeza. "¡Tengo que conseguir ese corazón de pollo!"
Mientras Vanilla se preparaba para salir en busca del ingrediente faltante, a kilómetros de distancia, en un orfanato triste y gris, un niño llamado Mateo planeaba su escape.
Mateo era un niño valiente y soñador de ocho años. Huérfano desde que era muy pequeño, anhelaba una familia y un hogar lleno de amor. Cansado de la rutina y la tristeza del orfanato, decidió fugarse en busca de un mundo mejor.
Aprovechando la oscuridad de la noche, Mateo escapó por una ventana. Corrió por el bosque, guiado por la luz de la luna, hasta que, exhausto, se topó con la cabaña de Vanilla.
Desde afuera, la cabaña parecía misteriosa y acogedora. Una luz cálida brillaba a través de las ventanas, y un olor dulce flotaba en el aire. Mateo, con el estómago vacío y la curiosidad a flor de piel, se acercó cautelosamente.
La puerta de la cabaña no estaba cerrada con llave. Mateo la empujó suavemente y entró. En el centro de la habitación, el caldero burbujeaba, desprendiendo un aroma embriagador. La poción tenía un color rosado brillante y se veía tan apetitosa que Mateo pensó que era algún tipo de bebida exótica.
"¡Qué rico!" pensó Mateo, olvidándose por completo de sus miedos. Creía que esa bebida deliciosa debía ser comida para las personas que vivían en esa casa. Buscó un vaso y sirvió un buen trago de la poción. Sin pensarlo dos veces, se lo bebió de un solo golpe.
El sabor era dulce y agradable gracias a la vainilla, aunque con un ligero toque extraño. Pero a Mateo no le importó. En ese momento, lo único que le importaba era llenar su estómago.
De repente, Mateo sintió un mareo terrible. Su cuerpo comenzó a encogerse, su ropa se hizo enorme, y su voz se convirtió en un balbuceo infantil. En cuestión de segundos, ¡Mateo se había transformado en un bebé!
Mientras tanto, Vanilla regresaba a su cabaña, triunfante, con el corazón de pollo en la mano. Pero al entrar, se quedó boquiabierta al ver la escena.
En el suelo, gateaba un bebé, rodeado de ropa que le quedaba gigantesca. Y en la mesa, ¡el vaso que había usado para beber su poción!
"¡No puede ser!" exclamó Vanilla, con los ojos como platos. "¡Alguien se ha bebido mi poción!"
Usando su magia, Vanilla revisó los recuerdos del bebé. Vio la fuga del orfanato, la llegada a la cabaña, y el fatal trago de la poción.
Vanilla sintió una punzada de remordimiento. ¡Qué desastre! Si devolvía al niño a la normalidad, este recordaría su vida como bebe y, al no encontrar a su familia, el volvería a huir al orfanato en donde volvería a escaparse hasta conseguir a una familia, asi que sería mejor dejarlo asi.
Después de pensarlo mucho, Vanilla tomó una decisión. Ya que el destino había puesto a este bebé en su camino, ella lo ayudaría. Sabía de una pareja que anhelaba tener un hijo y no había podido. Ella dejaría al bebé en su puerta, dándoles la familia que tanto deseaban.
Pero antes de entregar al bebé, Vanilla recordó algo. Para una poción especial que necesitaba para curar un árbol enfermo del bosque, requería vello de recién nacido. No sabía si el vello de un niño transformado en bebé serviría, pero no perdía nada con intentarlo.
Con mucho cuidado, Vanilla afeitó la cabeza del bebé. (¡Pobre Mateo! ¡Ahora era un bebé calvo!). Guardó los diminutos cabellos en un frasco de cristal y lo etiquetó con cuidado.
Finalmente, Vanilla envolvió al bebé en una manta suave y lo llevó hasta la casa de la pareja que tanto deseaba un hijo. Dejó al bebé acurrucado en la puerta, junto con una nota que explicaba que era un huérfano abandonado, rezando para que tuvieran la bondad de adoptarlo.
Después de asegurarse de que el bebé estaba seguro, Vanilla regresó a su cabaña. Afortunadamente, el trago de Mateo no había sido suficiente para acabar con toda la poción. Todavía quedaba suficiente para un último ingrediente. Añadió el corazón de pollo, removió con cuidado y bebió el brebaje mágico.
En un abrir y cerrar de ojos, Vanilla sintió que sus arrugas desaparecían, su espalda se enderezaba y su juventud regresaba. ¡Había vuelto a tener veinte años!
Desde ese día, Vanilla usó su juventud para ayudar a los demás. Cuidó del bosque, curó a los animales enfermos y, de vez en cuando, espiaba a la familia que había adoptado a Mateo (ahora llamado Tomás), para asegurarse de que era feliz y amado. Y Tomás, aunque no recordaba nada de su antigua vida, creció rodeado de cariño, sin saber que su llegada a esa familia había sido gracias a una bruja, una poción de juventud y un pequeño error que lo cambió todo.
Y así, la bruja Vanilla aprendió que a veces, los errores inesperados pueden conducir a los finales más felices.